RELATO DE MI EXPERIENCIA DESDE EL ENCIERRO


Tiempos que remontan olas de desafíos introducidos por la mano del hombre en su desaforada ansia de poder, verdades que son ocultas al ojo humano y en el trasfondo intereses que conllevan incertidumbre y caos.  La historia siempre ha estado teñida de eventos que buscan un reordenamiento, no solo social ni económico, sino espiritual-humano, y cíclicamente se manifiesta una realidad para que aprendamos algo más allá de lo que en estado de sueño, de domesticación de nuestras mentes, que podamos liberarnos del apego, no solo a lo material, sino a lo afectivo-emocional y a la vida misma, siempre temiendo a la muerte como si esta fuese lo peor en la existencia; son eventos cíclicos que se manifiestan para elevar la conciencia en todas las dimensiones y en lo individual,  para integrarnos consigo mismo, superando la dualidad que hemos aceptado como única y natural.

 

No estoy segura de hacerme entender a través de este escrito, no por menospreciar la comprensión y el conocimiento de quien lo lea, sino que el bloqueo mental que se genera por la ansiedad, el miedo y la angustia hace que el interés se desvanezca, porque no está acorde con la necesidad ciega de una respuesta inmediata de solución, cuando que la paz que requerimos no está fuera de nosotros ni nada ni nadie externo nos la dará.

 Este tiempo de encierro y pandemia, ademas fuera de mi país natal,  con la gracia divina de poder permanecer en esta  hermosa tierra del maíces y colores, de tradiciones y arraigos dignos de  venerar, representa tiempos para darnos cuenta de la vulnerabilidad del hombre, de la flaqueza de su poder y los distintos sistemas de la sociedad, de los vacíos no previstos en la tecnología,  en el afán de dominio y, también para manifestar el poder de los corazones en cuanto a solidaridad, entrega, disciplina, evocación de la luz que somos y unidad;  del reconocimiento de que existe una fuerza superior que nos abraza en estos cuerpos y mentes dormidos; tiempos donde el recogimiento y regocijo con esa fuerza que vive y es en cada uno de nosotros que es Dios, nos llena de paz y sosiego.

¿Qué puede pasar si esta circunstancia de vida nos arremete?  ¿Cuál es el mayor miedo que nos embarga? ¿Sufrir o hacer sufrir, o ambos a la vez? Cualquiera que sea nuestra respuesta estará teñida por la falta de fe y egoísmo y, por el sufrimiento al cual hemos estado expuestos constantemente.

¿Qué hacer entonces? Indudablemente dos cosas a saber: por una parte, adaptación a lo que creemos es la realidad única que es, disciplinarnos en atender las recomendaciones y acciones de auto cuidado, de prevención sanitaria y social, de reserva y “posible” austeridad, de control de lo disponible (casa, dinero, insumos), de temporal aislamiento social presencial, a responsabilizarnos por nuestra salud.

Por la otra parte, de mostrar el lado de un corazón de carne, de un corazón solidario, de enfocarnos en auto descubrirnos sin juicios , comprendiéndonos, valorando lo valioso que somos y fortalecer nuestra fe, nuestra comunión con la luz que habita en cada uno, con la paz que reside en nosotros, y ¿cómo logramos esto último?, aprendiendo a guardar silencio y tener atención plena en el presente, apartarnos un rato de la bulla de otros y de la de nosotros mismos y concentrarnos en sentir nuestro cuerpo, nuestra respiración, nuestras sensaciones y emociones, y así nuestra mente ira soltando la carga de pensamientos parásitos que nos domestican a pensar en lo peor, a direccionar el foco de atención y a la recuperación de  mi fe,  la esperanza y aceptar la voluntad de Dios, y si he de irme de esta estación llamada tierra, me quedará el sabor de haber convivido con personas maravillosas, de haber amado, de haber sido co-creadora con Dios al darle vida a mi hija, de saber que me he equivocado y he podido corregir los entuertos de mi creación, de que he tenido los mejores hermanos y familia del mundo, entendiendo que cada uno escogió el modo de llevarla adelante con aciertos y errores igual que yo. Me iría con el sabor de haber tenido logros en todas las dimensiones de la existencia, así como haber comprendido el porqué del sufrimiento y del dolor que viví, las frustraciones, la escases, la traición y el menosprecio que estuvieron presentes para ver que existe la necesidad de superarlo y que contaba con la fuerza para ello, sin dañar a otros por el simple hecho de sentirme lesionada;  que la soledad me dio crecimiento espiritual y humano, y que Dios siempre me lleva de su mano, danzando los distintos ritmos de la vida y a aprender a recuperar los retos que ésta impone, y a entender que siempre, siempre, el amor incondicional nos da fortaleza.

 

Estos  momentos que estamos viviendo de pandemia, sean para elevar nuestra conciencia, que aprendamos a ser resilientes (fieles seres que superan las adversidades viendo el lado positivo), que aprendamos a reconocer cuáles son nuestras prioridades, que observemos nuestras actitudes y dónde nos enfocamos;  que de verdad, una vez superada las circunstancias presentes, reordenemos nuestras vidas en lo que verdaderamente es importante y sobre, todo a expresar nuestro amor hacia los demás sin titubeos, siendo responsables por nuestros actos y solidarios, comprometidos, compasivos con los que nos rodean, sin estar enjuiciando tanto, y de ser necesario, alejarnos de aquellos que son tóxicos emocional y mentalmente sin tener que ofenderles; de ser agradecidos con los que  nos rodean y muy particularmente, le doy gracias a Dios y a esta sociedad,  haberme permitido pernotar  donde estoy  con las personas que estoy,  dándome mayor seguridad y resguardo.

Este escrito no tiene otro propósito que relatar mi sentir, mi pensar, lo que me identifica y a lo que profundamente me entrego para estar mejor, fortaleciendo el espíritu que soy y reconociendo,  que no me siento más ni mejor que los demás, que tengo debilidades como cualquiera, pero que no puedo quedarme pegada en ellas, pues son brumas, nieblas que tapan la visión, que simplemente he aprendido a vivir la vida creciendo en medio de las dificultades y a concienciar que Dios me sostiene en cada paso que doy y que me otorga la gracia de saber que existe una realidad mejor que ésta.

 

Sientan que todo esto lo superaremos y en ese pronto mañana, nos regocijaremos en lo mejor que somos. También he sentido la ansiedad apretando mi pecho, más tengo la certeza que vendrán tiempos mejores y aprenderemos a superar con resiliencia esta coyuntural situación que nos abruma. 

Adriana Salazar.


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