ADRIANA SALAZAR

Abrí los ojos para ver el mundo Encontré un dulce rostro observándome; Supe que era íntimo a mí ser, muy íntimo; Rostro que emanaba calor, suave calor. Más tarde observe muchos rostros, Sonrisas y lágrimas; alegría profunda De ver la maravilla de la vida, Saber que dios nos ayuda a ser sus colaboradores, Construyendo puentes desconocidos de quiénes somos. Ante la manifestación de sus emociones, solo sentía placer; Placer que dibujaba sonrisas desde mi profundo emocional, Al ver el primer rostro del mundo que me recibía; Sabía que era íntimo a mi sentir, era alguien especial. El calor que emanaba se distinguía; me envolvía tibiamente, Disfrutaba de sentir que algo me protegía; Lenguaje que conocía muy bien, nadie hablaba como él; Sentía que era único lo que me unía a su ser mucho antes de nacer. Cuando comencé a balbucear, mi primera palabra fue papá; Rostro que me inspiro desde el primer día; Se lleno de alegría, subiendo el calor su intensidad; ¡Papá! El ser humano que ayudo a dios a

Amaneceres que se confunden con anocheceres, Paso violento del tiempo en la espera que fustiga, Agonía que ilusiona con la falsa mejoría ansiada Alargando la vida que se despide pausadamente. Mirada distanciada del cuerpo fijando el horizonte Danza de emociones que combinan paisajes internos, Lucha entre dejar y no dejar ser, a pesar de la conciencia Pauta humana al miedo de la ausencia, de la soledad. Madre guerrera co-creedora de vida con Dios Te despediste gallardamente en la lucha contra el tiempo, Fiel cumplidora de la voluntad divina dando unión, Forjando unidad de corazones en el amor. Cual barca que se aleja en armoniosa composición Dejando a tus hijos tu memoria en el libro de la vida, Enseñaras desde la ausencia el amor, legado del Señor Madre mía, que alivias el dolor en mi pecho ante tu partida. A mi querida madre en su partida Adriana Salazar, 01/04/2011