MADRE, CONSTRUCTORA DE SUEÑOS Y CIUDADANOS DEL MAÑANA
Madre, cuántas veces hemos
pronunciado esa palabra o la hemos escuchado y aun así no sabemos su real
significado, y no me refiero a lo que dice un diccionario, ni al origen etimológico de la misma, ¡no ¡,
me refiero a lo que verdaderamente está implícito en la misma desde el ser,
desde la esencia misma que es el amor.
Madre, es sinónimo
de amor incondicional, de entrega, de abnegación,
es sutileza, es compasión, es sinónimo de darse sin esperar nada, es convertirse en heroína y guerrera, es
ser roca ante la adversidad, es fuerza
de vida, es luz, es protección, es templanza, es valor y, así muchas otras representaciones mas.
Ser madre, implica tener conciencia del gran rol que se
nos ha otorgado, de la magnitud de las consecuencias de nuestras acciones en
quienes debemos construir un mundo, tanto interior como exterior, es saber que
no basta con sentir amor, sino que hay que prepararse para asumir con gallardía
la responsabilidad de construir conjuntamente
con Dios, la obra maravillosa del ser que nos dio en custodia. Es comprender
que no basta con solo parir y estar al lado de esas personitas que serán los
seres humanos del futuro, cuando no estemos presentes, sino que requerimos
cultivarnos, querernos y aceptarnos para
transmitir confianza, seguridad, respeto y autonomía; es caminar con Dios de la
mano guiando conjuntamente con él, el desarrollo de ese Ser que son nuestros
hijos y, conducirlos con entrega, con
entereza y firmeza, ayudándoles a ser
humanos que crezcan en valores, en humildad de corazón, en fe, en esperanza y,
sobre todo llenos de amor por sí mismo y por los demás.
El Dios bueno, el
Dios amoroso, ese Dios compasivo y firme, nos invita a revisarnos diariamente
en nuestro rol y, como a todos, nos da nuevas oportunidades para superar el
error, la desidia, la apatía, la mirada desviada que hemos puesto en objetivos
banales, para retomar cuidadosamente el papel conferido y, actuar en consonancia a lo que espera: Amar y
guiar con luz desde el corazón, sin ceguera, con firmeza y con suavidad al
mismo tiempo, construir seres humanos compasivos, comprometidos, conscientes,
competentes que puedan transformar la sociedad para un vivir y convivir mejor.
A todas la
madres, les deseo un maravilloso
re-encuentro consigo mismas, de amarse, de darse el valor y el respeto que le
es justo, de comprenderse y atenderse en todas las dimensiones de su diario
vivir y, de poner la mirada en sus corazones para crecer en la esencia de Dios
en cada una, albergando la paz y la esperanza de que vendrán nuevos tiempos
y, fluirá la fe de que hemos cumplido con nuestro rol
eficazmente, al ver a nuestros hijos como hombres y mujeres de bien para sí,
para sus familias y para la humanidad en general.
A todas las madres, les deseo momentos de alegre
compartir, en unión, en amor y esperanza en ese su día.
Adriana Salazar.
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