CALIDAD EDUCATIVA, LIDERAZGO Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL PARTICIPATIVA: PARADIGMAS QUE DEBEN CUMPLIRSE BUSCANDO LA EXCELENCIA EN EL HACER Y NO EN EL DECIR.
Todo proceso
educativo busca como principio, la transformación del hombre para vincularse en
forma crítica, asertiva y efectiva con su entorno, a los efectos de incidir
significativamente en una mejora del contexto social, humano-económico-tecnológico,
buscando elevar la calidad de vida, la participación activa y por ende impulsar
cambios que son necesarios a nivel societal, aplicando el conocimiento y la
generación de tecnologías duras y blandas, medulares o periféricas acordes a
las necesidades presentes.
Partiendo de ello,
la calidad como clave de éxito, requiere una visión clara de qué es lo que se quiere,
cómo se va a lograr, quiénes deben participar, cómo debe ser el desempeño de
quienes participan en dicho proceso y, por consiguiente, cuál es la calidad
esperada, las relaciones contingenciales
a desarrollar y, fijar una cultura del reconocimiento como parte
importante que incentive la búsqueda de resultados que vayan más allá de la
excelencia, es decir, buscar el Excélsior.
Lo descrito, es
aplicable no solo al campo industrial- tecnológico, sino esencialmente al
desarrollo de los recursos humanos que a la final, son los que hacen posible
todos esos aspectos tratados, tanto en las áreas de la educación, servicio,
social, cultural, político, económico etc, etc.
Preocupa, cómo
organizaciones de la educación superior tanto privadas como públicas, colocan
como manifiesto de su identidad institucional que “la excelencia académica” es su distingo, se vanaglorian diciendo
que toda su atención y esfuerzo está dirigida a formar hombres y mujeres competentes y comprometidos con el desarrollo
del país, sostienen que promueven la inclusión social, con visión humanista y masificación, pero distan mucho de dar calidad y excelencia, partiendo de que su
gestión educativa interna, carece de claridad de visión y misión, de una
postura estratégica en sus procesos y del reconocimiento de los aportes de su
personal y de quienes participan en sus programas de enseñanza, conformándose
con bajos niveles de desempeño académico, de
ser ejemplos de un trato indigno y deshumanizado, pero sobretodo, donde
el desorden, la improvisación y el traslado de responsabilidades es una
práctica continua y común.
La muletilla que
fija como respuesta ante una crítica de la calidad de los procesos y
procedimientos practicados en determinadas instituciones de educación superior
que reza: … “es muy fácil criticar desde afuera, lo que no ayuda en nada, hay
que meterse y trasformar desde adentro con participación activa”… es una expresión banal cuando se analizan los diversos
puntos que están alrededor: la negación a escuchar planteamientos acerca de cuál es el problema,
sus posibles causas, las distintas
alternativas de solución, las consecuencias de las mismas y, el impacto de sus aplicaciones al entorno,
actores o intervinientes; la negatividad ante el análisis imparcial de los
porqué hacen las cosas de un modo determinado y, la inconsciencia de ver que
existen nuevas formas de lograr resultados con participación activa y
transformadora de otros (ajenos o internos a la institución), independientemente
de posturas ideológicas, religiosas, culturales etc., siempre que ello apoye la
visión y la misión de la institución. Donde no dan cabida para potenciar
mejoras ni mucho menos realizan actividades de investigación /extensión que
contribuyan a mejorar sus propios procesos.
Es triste,
evidenciar que los nuevos profesionales, egresados de dichas casas de estudio,
carecen de calidad en el desarrollo de su pensamiento cognitivo, de madurez, de
pensamiento moral, de habilidades para relacionarse en forma asertiva y sobre todo, repiten ideas de otros sin
ponerles análisis, creatividad, inventiva y
autenticidad, donde el lenguaje es individualista en contraposición a
los principios y valores de la nueva ética socialista como se detalla en el
Plan de la Nación, cayendo en el mismo
plano de lo que critican como modelo ideológico de oposición; entonces ¿ dónde
está la claridad de pensamiento transformador?.
Las organizaciones ideales, son aquellas que
poseen metas claras, se preocupan por innovar sus prácticas o formas de lograr
sus resultados, procuran proveerse de talento humano de calidad, quienes tienen
actitudes favorables y visión compartida, aunando esfuerzos en forma armónica
que conlleve a la consecución de los objetivos esperados, satisfacen las
necesidades de sus integrantes y minimizan la burocracia y, enfrentan los grandes retos que les plantea
la dinámica del cambio; todo ello
mediante el ejercicio de un liderazgo eficaz, de un liderazgo
transformacional, y participativo, que permita potenciar un
alto desempeño, promover el trabajo colaborativo, de equipo, la comunicación
activa y empática, al escuchar y facilitar la participación; que da a conocer
la complejidad del trabajo, la necesidad de cooperación en aras de la
organización y en la realización de transformaciones económicas importantes de
repercusión social, demostrando
honestidad e integridad, el ejemplo personal con altos valores morales que
coincidan con un actuar diario, centrado en el hacer y menos en el decir.
Las
universidades, sobre todo las que sostienen el lema de la excelencia académica,
deben mirar hacia adentro en función de las demandas externas, disponer de
líderes transformacionales, participativos, (en contraposición a modelos
autoritarios), líderes que estén comprometidos con la formación de habilidades en los
estudiantes, tanto en lo relacionado con los conocimientos propios de su
profesionalización, como en las actitudes éticas y morales, apoyarles a convertirse
en un actor y protagonista e influir en el mejoramiento de la calidad de vida
de la sociedad. Un individuo formado a través del liderazgo transformacional
participativo puede lograr su autorrealización, con compromiso, iniciativa y
responsabilidad; es capaz de criticar y criticarse constructivamente, lo que
esta mayormente ausente en los responsables por la gestión educativa a la que
se hace referencia.
Para concluir, se requiere que las
universidades, en especial las públicas, autónomas, experimentales y militares,
deben re-direccionar la óptica de su gestión, observar con actitud crítica
reflexiva sus resultados y, pensar que la calidad no es una cuestión de
cantidad, sino de resultados concretos, de aplicaciones viables, sustentables y
sobre todo de coherencia entre el saber y el hacer. Deben trascender su propia visión de túnel y
ampliar la mirada, para avanzar positiva y eficazmente en función de su misión
y visión en armonía con los lineamientos que las definen.
No puede haber excelencia académica
sin calidad en sus recursos humanos, en los procesos administrativos, de
planificación, de investigación, de extensión, de control de estudio y todos
los competan a la gestión educativa universitaria para lograr los perfiles de
desempeño deseado.
Msc/Psic. Adriana Salazar.
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