Abriendo caminos en la conciencia I.-


CULTURA DEL DOLOR

Los monólogos internos son la fuente de un saber ingenuo pero certero de una realidad subjetiva que al contrastarla con la externa, permite obtener un mayor grado de conciencia de quiénes somos y desde allí, cómo es el mundo y quienes le ocupan, y reconocer nuestra actuación potenciando o inhibiendo nuestra plena realización.
Palabras vienen y van y, en ese devenir los sentidos de las mismas abren puertas tras puertas en la mente creando en algunos casos confusiones, en otras ilusas creencias de que somos dueño de la verdad del saber y así tomamos posturas en el convivir y hacer diario. Dormidos con los ojos abiertos ejecutamos movimientos guiados por la fuerza volitiva y a pesar de ello, la holografía en la mente configura las creencias de estar despiertos y conscientes.
Este inicio del escrito muy a propósito elaborado para hablar de un tema importante, abrió esa puerta del juicio y de la expectativa y sin darte cuenta, buscó armar en el cuerpo inconsciente el animal que llevas por dentro, dispuesto en posición de acecho ante el más mínimo error para negar cualquier posibilidad de verdad “aparente” que pueda transformar tu internalidad; eso es invisible a tu mirada y por tanto la prodigiosa mente se ríe tras los telones, de su maniobra y encubierta jugada.
El actuar diario de la humanidad en la diversidad de los escenarios y propósitos de acción, están bañados por la invisible capa de la falsedad y creencia incierta del dolor como forma única de conciencia. La cultura del dolor es como un plasma que recubre la mente generando percepciones corporales y afectivas buscando cerrar las puertas de la felicidad, ya que tras ella la holografía es de amplitud, de libre movimiento, de colores vivaces con iluminación incandescente donde la percepción unitaria despeja y rompe con los límites que impone la cárcel que hemos creados para sí, cárcel que no es más que una cultura del dolor.
Sentir dolor es concebido como lo normal, lo natural; ser feliz es algo inusual y fuera de lo normal aunque sea lo más codiciado.
En el juego de la interacciones sociales, el hombre en aparente acto consciente busca oportunidades de satisfacción de la necesidad oculta de felicidad, y el animal que le moviliza en reflejo movimiento ante el posible peligro, irrumpe la posibilidad de logro de esa la felicidad que le otorga la satisfacción, de allí una minúscula explicación de la presencia de la ignorancia del bien, de la búsqueda de la plenitud, de la libertad ante el propio encierro.
Animal, encierro, puertas, plasma y muchas otras palabras utilizadas en este escrito son simplemente llaves para abrir la imaginación y potenciar un nuevo estadio de conciencia; representan la intencionalidad de generar un movimiento a la búsqueda de la realidad interna y auto-conocimiento; de auto-expiación, de auto-reconocimiento. Y desde ese propósito darte cuenta de cómo opera la cultura externa del dolor en la mente, en lo interno evitando los momentos de encuentros con la prístina esencia del amor que todo lo puede y todo lo supera.
Busca intencionalmente esos monólogos, que hoyaran la conciencia para despertar ante la única realidad valedera que conlleva a la felicidad del hombre, el encuentro consigo mismo, a la apertura de las puertas de la percepción unitaria, del todo, de la universalidad de la razón del Ser que moviliza en el hacer, creando para sí la Libertad, la posible y real condición de amplitud, de satisfacción y de unidad de los corazones.

Adriana Salazar en silencio con la conciencia.

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