LA HUMANIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN: ¿Realidad o Ficción?


La educación representa uno de los movimientos más significativos de evolución para la humanidad, ya que implica la transformación de la sociedad y la trascendencia de conciencias limitadas por el automatismo.

Históricamente ha estado basada en paradigmas y teorías que demarcan, técnicas y estrategias, según el modelo económico y científico- tecnológico presente, en busca de una formación integral del ser, del hacer, del conocer y del convivir; sin embargo, es precisamente en estos ejes en los que existe una brecha importante que debe ser considerada; brecha que hace estragos en ese individuo que se inserta en una sociedad hambrienta y llena de ambigüedades, que aturden y desvían la esencia de cada cual.

Observando la conducta de los estudiantes, desde la etapa inicial hasta la educación andragógica (adultos), el común denominador del éxito son los valores y la auto percepción de cada cual (auto-estima); es decir, la autenticidad y la conciencia de quiénes somos. Estos son factores claves para un desarrollo sano y una educación plena que permite forjar seres humanos de calidad, con uso de sus capacidades para un desempeño acorde a sus intereses y a las necesidades de una sociedad envilecida por la ausencia de integridad y amor; lo que en realidad demarca la ausencia de conciencia y, de la necesidad de cambiar estructuras fijas para dejar la carga emocional acerca de lo que hemos dejado ser o lo que otros quieren que hagamos para estar a tono con su afectividad.

Hablar de ausencia de amor en forma generalizada es también errado, ya que son muchos los docentes cuya vocación ha sido ratificada por el modelamiento de intereses superiores, donde servir a los demás es parte de su naturaleza. Sin embargo, podría asegurarse, que en los últimos veinte años (por así decirlo) se ha vivenciado una pérdida de dicha vocación siendo sustituida por el interés de satisfacer necesidades sociales, económicas y de subsistencia, o mejor dicho por la necesidad de calmar el consumismo; motivaciones básicas para la realización del hombre y de la mujer a costa de cumplir con una responsabilidad a nivel laboral, alejando la oportunidad de crear condiciones para la unidad y fraternidad, donde sembrar semillas de luz, valores y conciencia del ser que somos, son indispensables para potenciar la sensibilidad humana; para convertir a futuros hombres y mujeres en seres críticos, emprendedores y apasionados por la vida y por la integridad; aspectos prioritarios para la construcción de una conciencia colectiva y de una ciudadanía responsable, favoreciendo ambientes de aprendizaje colectivos y dinámicos en el desarrollo del Ser, el Hacer, el Conocer y el Convivir en armonía y tolerancia.

Al mismo tiempo, cabe decir que ésta continua pérdida de la esencia de la educación, ha sido producto, entre otros co-autores, en 1er lugar del educador mismo; de la ineficacia de los sistemas imperantes; ya que la óptica de la verdadera educación ha dejado de ser y de estar para darle paso a nuevos intereses sociales, económicos y políticos, contribuyendo en una merma continua de valores primordiales para un desarrollo integral de las naciones.

Que hacer entonces? En el argot popular, es muy fácil criticar y poco hacer; es como “querer soplar y hacer botellas” sin tener un marco referencia contextual-histórico que representa una maraña de entretejidos muy complicada para desenredar. Es allí el meollo del asunto. Se combinan modelos mecanicistas de la enseñanza; burocracia, pérdida de la pasión por lo que se hace para sustituirlo por el interés económico, social y político; por la lucha por el poder; por el protagonismo basado en argumentos fraudulentos, por el clientelismo, por el amiguismo por una parte y por la otra, está el fanatismo, el extremismo en las posturas ideológicas; el entorpecimiento por muchos, muchísimos que se les imposibilita la aceptación del cambio, lo que hace más daño que bien. Esta combinación de ingredientes, produce retrocesos innecesarios, obstaculizando alcanzar la praxis de una ideología del amor universal en lo que hacemos, decimos y buscamos lograr, haciendo la vida más interesante y motivante para los seres vivos que habitan esta tierra; sin que ello implique darle el valor justo al dinero. Falta desarrollar esa conciencia individual y colectiva de quiénes somos, dónde estamos y hacia dónde vamos; haciendo realidad la convivencia basada en valores superiores que enaltecen la condición humana; sin que ello implique que lo que estén interesados en este esquema sean “come-flores”.

Es justamente el movimiento de la educación, eje primordial para lograr cambios sociales transcendentales; de allí la importancia de revisar profundamente su praxis actual, aún considerando la dinámica de los cambios promovidos por el Estado, ya que en lo concreto las desviaciones existentes hacen crecer cada vez más, la brecha entre el decir, el hacer y el lograr, tanto por los educadores como por los educandos; sin obviar al resto de los intervinientes (padres, representantes y comunidad).

Todo proceso de cambio, de transformación, requiere una ruptura con viejos modelos, con estructuras mentales enquistadas; necesita el rompimiento de automatismos, de fundamentalismos; de la abolición de la cultura del sufrimiento y de la desvalorización de la esencia humana del hombre, relegándole a un seguimiento de esquemas que le adormecen aún más la conciencia (caminar como borregos) sin la búsquedad de una conciencia madura acerca de sus potencialidades y de la capacidad de decisión; pero sobre todas las cosas, de la disposición y acción de forjar con amor, con libertad y responsabilidad una sociedad justa y basada en valores universales, como lo expresa el plan rector de la nación : justicia, equidad y solidaridad, tendentes a consolidar tratados de unidad y cooperación para el bienestar común , por encima de intereses individuales y protagónicos.

“Educar no sólo para ganarse el pan”, sino para educar el corazón, para la vida; para hacer de esta sociedad, una realidad de esa tierra prometida, donde podamos realizarnos en la plenitud de nuestras posibilidades biológicas, sociales y psicológicas, siendo responsables por nuestras acciones y decisiones y sobre todo, mantener la cadena transformadora del hombre por el hombre, liberando los pueblos de la ignorancia, de su propia esclavitud al no querer forjar con pasión y compromiso la “realidad” social que les compete; revolución de estructuras ideológicas, mentales que conllevan a una transformación profunda de los modelos económicos-sociales; educar para formar un nuevo modelo de liderazgo en todas las dimensiones de la sociedad.

Eduquemos con amor, humanicemos la educación a partir de humanizarnos a nosotros mismos creando conciencia social; para ello, se requiere formar recursos humanos de relevo, que consoliden en el presente un actuar sensible, emprendedor y comprometido donde sus distingos sean la calidad, la honestidad, la autocrítica, con mente flexible, con amor y vocación. Se requiere crear, realizar, poner en práctica las ideas en acuerdo a las circunstancias y así construir puentes de unidad.

Elaborado por: Adriana Salazar

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